Thursday, November 8, 2007

Zárate 2007

El viaje a Zárate comenzó temprano, en la puerta del Núcleo Belgrano. Mientras se iba completando la lista de pasajeros, y con el fin de no romper el ritual saturniano (de los sábados), los tempraneros (otro interesante ritual, aunque es un lindo nombre para un grupo de música folclórica) nos dispusimos a tomar por asalto el local "Las medialunas del Abuelo". Para proceder apropiadamente en el acto delictivo quisimos ocultar nuestra identidad utilizando pasamontañas, pero las remeras del núcleo nos delataron.

Yo me dispuse como copiloto en el auto de Camila. Y gracias a mi pericia en la panamericana y a mi gran capacidad de despiste, confundimos la ruta. Pero luego de preguntar a media docena de personas, y transitar la 26 esquivando carros tirados por caballos y media docena de flechas, una hora más tarde estábamos nuevamente en el camino correcto.
De ahí al Núcleo Zárate el camino fue sencillo. Sólo nos detuvimos a preguntar por la calle "Ituzaingo" dos veces más. En una de esas ocasiones casi pierdo la cabeza; y no fue por una agraciada lugareña, sino que al asomar el marote por la ventanilla me voló los pelos un gordo de doscientos treinta kilos que venía sacándole chispas a una Zanelita cincuenta, y que pasó muy cerquita, y raudo como si hubiera agarrado la recta principal de Interlagos. Gracias a los reflejos adquiridos en los combates con Julio pude evitar por muy poco que me arrancara la cabeza (como con Julio)....

(Julito, es un chiste, ¿eh? no se me vaya a enojar).


Apenas llegamos comenzó la clase de Tai Chi. Excelente trabajo para las piernas (¡Y para la modestia!, según la aclaración del Shifu Claudio a los shaolines).
Fue un trabajo muy gratificante. Al terminar estaba relajado y no sentía nada... ni siquiera las piernas.
Pero luego vino la forma de Choi Li Fat, bajo la tutela impecable del Shifu Rizo, un verdadero maestro explicando formas así como en el arte de hacernos creer que ya terminaba. Caímos en la misma trampa unas cincuenta veces. Es increíble la cantidad de repeticiones de que uno es capaz cuando recibe las palabras mágicas "una vez más" (estoy pensando seriamente en comenzar a aplicar dicha técnica en el campo amatorio...)


Al finalizar con Choi Li Fat, nos arrastramos como pudimos hasta un lindo retaurante en el que reforzamos nuestros conocimientos del Fat (dos horas en las que nos dedicamos exclusivamente a recuperar energías ingiriendo un menú balanceado, a base de milanesas con fritas y flan mixto, -excelentemente balanceada la cantidad de grasas con la cantidad de lípidos-).


Al regresar, además de dar por concluida la forma de Choi Li Fat, todavía quedaba un plato fuerte: La forma de Shaolín a manos del incansable Fernando Cicerchia (no sé como se escribe ¡cómo me molesta la gente con apellido difícil!).
El Shifu Fernando comenzó haciendo la aclaración "Es una forma un poquito complicada en cuanto a la coordinación de brazos y piernas ...".
A los dos minutos, el Shifu ya estaba demostrando sus habilidades haciendo uso de movimientos de atleta griego, equilibrista chino y gimnasta ruso. Parecía no decidirse entre arrastrase con posturas bajas cuasi reptilescas, o salir disparado en el aire como una saeta al tiempo que hacía un despliegue increíble de patadas velocísimas, ante la mirada incrédula de los que intentábamos seguirlo. "¡Trampa! Tiene hilos, tiene hilos ¡Ahí se ven!, ¡Fijate a contraluz!" acusaba uno; "Para mí que no es humano" gritaba otro; "No somos nada" se lamentaban más atrás; "Telebin, Telebin" pedían más allá.

Luego de tanto el esfuerzo llegó el momento tan esperado: Los exámenes.
Fueron pasando los examinados, uno a uno, y el más ansiado se hacía desear. No sé si realmente pasó mucho tiempo o la ansiedad distorsionaba nuestra percepción espacio-tiempo. Pero al fin la espera terminó y el Sihing pasó a ¿Dar un examen? No. Pasó a demostrar como se hace Shaolin #9. En ese momento lamenté tener que ver todo a través del visor de la cámara.
Y luego, como si hiciera falta, un broche de oro: llegó la forma de puñal. Si esa forma se hiciera con oponentes reales se hubiera podido apreciar, luego del saludo final, como empezaban a caer guerreros despedazados ¡Sólo se veía un destello metálico que se sacudía como la cabeza de un doberman enfurecido! No era un puñal ¡Era una cortadora de pasto!


En ese momento sólo faltaba un relator sensacionalista gritando "¡Y MAS! ¡Y MAS!". Porque después llegó Mike con su envidiada Shaolin #1 ¡¡Sos un grande, Mike!!


Y cuando parecía que ya no faltaba nada más, aparecieron dos avanzados practicantes que demostraron de lo que es capaz el Tai Chi. Dieron un verdadero espectáculo de combate, mostrando como, lo que aparenta ser gimnasia para viejos, puede dejar a un oponente partido en dieciocho pedazos, y a una velocidad que nunca había visto en ese arte.


Durante la entrega de diplomas, el momento más emotivo fue cuando nuestro Sihing recibió el quinto Tuan, con la promesa de parte del Shifu Claudio de que la próxima graduación sería de Shifu. Cuando los aplausos parecían ir disminuyendo, volvían en toda su fuerza como olas, y se extendieron durante segundos interminables.
¡Un examen verdaderamente impresionante!


Luego de un día lleno de emociones, nos esperaba una buena ducha caliente y cambiarse para salir. No faltó el intervalo literario, gracias a las revistas Barcelona aportadas por Tinto. La organización este año superó ampliamente la del anterior, y al ratito estábamos todos cenando pizza libre (algunos con cerveza (para mantener el equilibrio nutricional de nivel de lípidos con el nivel etílico).


Para finalizar la cena, una visita a una heladería, en la que todos nos dedicamos a preguntarle persistentemente a Ale Berman si no tenía frío (pero no pudimos convencerlo de que debía tener frío). También pudimos observar el prodigioso estilo de Eduardo para tomar helados. Todo un ejemplo para el género femenino.

Regresando al hotel, algunos afectos a la poética folclórica nos aventuramos hacia la costa del Paraná, para hacer una amistosa ronda de anécdotas y observaciones jocosas. Hubo tiempo para chistes, reflexiones y también para el silencio que nos permitía admirar la naturaleza nocturna. La falta de luz aguzaba algunos sentidos (a la vez bastante deteriorados por la ronda de anécdotas). Esta apertura de los sentidos nos permitía apreciar claramente el oleaje del río, el murmullo del viento o la voz ronca de un sapo. Y, para cerrar la noche, un poco de música y pool en un local del centro.


Al día siguiente, levantarse fue solo posible gracias a la necesidad de unos mates con facturas en el patiecito del hotel. Aunque también necesario gracias a la puntualidad de los sapos con snooze, que esa mañana reemplazaron a los gallos.

Nuestras expectativas del domingo también fueron ampliamente satisfechas (queríamos algo livianito, ya que no nos podíamos ni mover). Vimos una interesante técnica de la cual no recuerdo el nombre. Sólo sé que era para pelear como los cangrejos, así "de coté", pero que con un lindo codito en las costillas te podía partir como lo haría un cocodrilo a una medialuna... de manteca... con pastelera.

Para terminar la jornada, un pequeño fragmento de una forma de Mantis. Y luego algunas aplicaciones de Bem-Bu por parte del Sihing.

Nuestro cierre de tan satisfactoria jornada lo hicimos en una parrilla libre, cerca de la costanera, de la cual no se atrevieron a echarnos (por razones más que evidentes, aunque en un momento intentaron amedrentarnos escondiendo el dulce de leche). Pero nuestra perseverancia se hizo paso ante tan deshonesta treta y dejamos la parrilla haciendo pleno uso de nuestro libre albedrío, cuando nuestros estómagos comenzaron a amenazar con un estallido de dimensiones siderales.


El resto del viaje se desarrolló apaciblemente, en parte, por la cantidad de gente que se durmió apenas se cerró la puerta de cada uno de los autos.

Uno de los puntos destacables a mi entender, respecto de la calidad humana del grupo: No hubo (al menos yo no percibí) la más mínima molestia en ningún momento, de parte de nadie. Todo se desarrolló, todo el tiempo, de la manera más armoniosa y con mucho humor. Yo, al menos, no paré de reírme desde que llegué hasta que me fui. Y pasé una jornada excelente, divertida, sana y con mucho Kung Fu.

Una última conclusión en la que varios acordamos: ¡El Kung Fu engorda!


1 comment:

Unknown said...

Fue un viaje inolvidable! La pasamos 10 puntos, rodeado de gente querida!!Gracias a todos los que vinieron!!
Sihing